Antecedentes de Comunidad Profesional de Aprendizaje.
La
idea de profesionalización hacia los docentes conformando comunidades de mejora
tiene varias propuestas de progreso colectivo. En mi visión, la Secretaría de
Educación Pública (SEP), ha buscado sembrar entre los Consejos Técnicos la idea
de generar comunidades de práctica que utilicen el aprendizaje dialógico. Las
referencias a Comunidad de Aprendizaje (CA), están relacionadas con el
aprendizaje a través de servicio a la comunidad y otros aprendizajes
comunitarios. En los Centros de Maestros tenemos contacto e interacción con
otros docentes, por lo que apreció que el concepto Comunidad Profesional de
Aprendizaje (CPA), se ajusta más a nuestra realidad dentro de los servicios de
asesoría.
Comunidad
Profesional de Aprendizaje (CPA) es un cuerpo de investigación que comienza en
el la década de 1980, se preocupó en gran medida de las escuelas y
departamentos como mediadores en contextos de enseñanza. Las respuestas de los
maestros a los estudiantes y las nociones de buenas prácticas de enseñanza eran
fuertemente mediadas por el carácter de las comunidades profesionales en las escuelas...
Hay un conjunto de investigadores que exploraron aspectos de la cultura escolar
en donde los docentes lograron mejores resultados a partir de su interacción
profesional, veamos algunos referentes temporales.
A partir de la
década de los años sesenta, investigadores como Dan Lortie, Susan Rosenholtz, y
Judith Little demostraron cómo ciertas culturas de trabajo no solo dificultaban
sino que entorpecían la mejora del trabajo de los profesionales y en
consecuencia del centro en su conjunto. La colaboración empezó así a asomarse
como una alternativa potente para el desarrollo del profesorado y de la
institución educativa como tal. Cfr. (Krichesky, 2013)
En 1975, Dan
Lortie ofreció un estudio sociológico entre docentes de Boston. Destacaba la
organización celular y la rigidez de los tiempos y espacios escolares como
principal obstáculo para el desarrollo de la colegialidad entre los profesores.
La colaboración entre colegas quedaba sujeta a una cuestión de voluntad y
elección personal, en donde prevalecía cierto resquemor entre los profesores
por aceptar patrones de colaboración que no fuesen específicamente circunscritos
a determinadas tareas. La individualidad no parecía responder a patrones de
autosuficiencia o capricho, sino más bien a un perfil de inseguridad y
dubitación en un marco de escasez de confianza. Cfr. (Krichesky, 2013)
En 1989, Susan
Rosenholtz estudia 78 escuelas primarias de Tennessee. A partir de allí la
autora elaboró una diferenciación entre “escuelas estancadas” y “escuelas en
movimiento”. La autora denominaba
escuelas estancadas a aquellos centros que no promovían el cambio y la mejora
de sus miembros alentando una cultura de aislamiento e individualismo docente
que elevaba los niveles de incertidumbre del profesorado respecto de su
trabajo. La ausencia de retroalimentación hacía imposible a los docentes
conocer si el resultado de su trabajo era bueno o no, los profesores tendían a
buscar valoraciones positivas dentro de su propia aula de forma aislada. Al no
estimularse la experimentación y el análisis compartido sobre la práctica, se
reducía la posibilidad de aprender de los colegas. Las escuelas en movimiento
se caracterizaban por una cultura de colaboración en las que imperaban la
confianza, el apoyo y los pedidos de ayuda entre los profesores. El trabajo
conjunto de los docentes conllevaba la creación de un ambiente más propenso al
cambio y la mejora escolar. La eficacia docente estaba directamente vinculada a
la percepción de apoyo y confianza percibidos de los pares. Se concluyó que el
compromiso docente no es tanto una característica psicológica del profesor
individual, sino un reflejo de la cultura escolar. Cfr. (Krichesky, 2013)
En los 80,
Judith Warren Little comenzó a investigar distintos equipos y grupos de
profesores que habían comenzado a colaborar entre sí. Analizó así las
condiciones en las cuales los profesores actúan como colegas en una comunidad,
constituyendo a la vez una tipología de etapas desde posiciones de
independencia plena hasta relaciones de interdependencia significativa. Su
investigación destacaba que la colegialidad podía servir tanto para impulsar el
cambio como para conservar el presente. No se trata simplemente de compartir
prácticas sino de que los docentes se ayuden entre sí para diferenciar entre
las prácticas eficaces de aquellas que no lo son. Cfr. (Krichesky, 2013)
En 1990, Peter
Senge demarca una teoría sobre el desarrollo del aprendizaje en las
organizaciones. Puntualiza siete problemáticas que suelen aquejar a las
organizaciones y que dificultan su desarrollo: Las personas se identifican
exclusivamente con su puesto de trabajo, no ven su aporte al sistema, no se
sienten responsables de sus resultados globales. Las culpas o responsabilidades
de las dificultades de la organización se atribuyen por fuera de ésta. Las personas se vuelven más agresivas para luchar
contra un enemigo externo, reaccionan contra él, aun cuando esa amenaza sea o
no real. El foco en los hechos
inmediatos desemboca en explicaciones “fácticas” que pueden ser ciertas en
alguna medida, pero impiden comprender los patrones más amplios que subyacen a
los hechos y sus causas. Resultaba fundamental aprender a ver los procesos
lentos y graduales en las organizaciones. Se puede aprender de la experiencia,
sólo cuando se realiza un acto y se observan las consecuencias de ese acto. La
educación no suele capacitar a las personas para admitir que no conocen la
respuesta a una situación problemática.
Cfr. (Senge, 2018)
En 1990, se
consolida el proyecto Comunidades de Aprendizaje es una iniciativa del Centro
de Investigación en Teorías y Prácticas Superadoras de Desigualdades (CREA) de
la Universidad de Barcelona. Consiste en la implementación de un modelo
educativo que implica a todos aquellos que directa o indirectamente influyen en
el aprendizaje y el desarrollo de las y los estudiantes, incluyendo a los
docentes, los familiares, amigos y amigas, vecinos y vecinas del barrio,
miembros de asociaciones y organizaciones vecinales y locales, personas
voluntarias, etc. Destacan dos factores claves para el aprendizaje en la actual
sociedad: las interacciones y la participación de la comunidad. Cfr. (Krichesky,
2013)
En 1992,
Milbrey McLaughlin publican por primera vez el concepto de comunidades
profesionales, desde el Centro de Investigaciones sobre la Enseñanza Secundaria.
Los investigadores encontraron, en un primer momento, que ante los desafíos de
la heterogeneidad y diversidad en las aulas, los profesores pueden adoptar tres
enfoques diferentes: enfatizar y reforzar prácticas vinculadas a la pedagogía
tradicional, bajar las expectativas de aprendizaje o introducir cambios en las
formas de enseñanza. Los autores reconocieron que solo algunos de los
profesores que adoptaron esta tercera vía consiguieron adaptaciones eficaces
que derivaron en mejores aprendizajes por parte del alumnado. Curiosamente,
todos ellos pertenecían a comunidades profesionales que les motivaban y les
apoyaban en ese proceso de transformación de la enseñanza. A partir de esta
develación, decidieron enfocarse en lo que ellos mismos denominaron
“comunidades profesionales docentes” (teacher´s professional communities). Cfr.
(Krichesky, 2013)
La hipótesis
planteada dejaba entrever que dichas comunidades profesionales funcionaban como
contextos de mediación de la enseñanza en tanto los supuestos sobre la
enseñanza y las respuestas de los profesores frente al alumnado estaban
mediatizados e influidos por las comunidades de práctica a la que pertenecían.
Los profesores que trabajaban en comunidades profesionales con objetivos claros
y compartidos de mejora, sumados al apoyo percibido para adaptar la instrucción
a las necesidades de los alumnos, se sentían respaldados en su intento por
innovar, experimentaban un crecimiento profesional importante en su trabajo
diario por el mero hecho de pertenecer a dicha comunidad. Identificaron que al
interior de ciertos departamentos de secundaria, los profesores comentaban
abiertamente problemas vinculados a sus estudiantes. Compartían así distintos
enfoques curriculares y pedagógicos para realizar cambios, se enseñaban
mutuamente diferentes estrategias y prácticas, y se comprometían en discusiones
y acciones colectivas con sus colegas. Cfr. (Krichesky, 2013)
En 1995,
Shirley Hord a partir de sus hallazgos en 1992 en un Colegio de Austín, Texas,
con resultados exitosos; comenzó a considerar la posibilidad de incentivar a
otros centros a que trabajasen como una comunidad de aprendices y se comenzó a
investigar lo que en su momento estos autores denominaron “comunidades de
indagación y mejora continua”. En 1997 se inauguró un proyecto de tres años de
duración cuyo objetivo era entender mejor cómo las escuelas pueden
efectivamente convertirse en una comunidad profesional de aprendizaje (CPA).
Desde los inicios de la investigación, Shirley Hord y su equipo notaron que no
era posible partir de una definición universal para el concepto de CPA.
Identificaron que una CPA era aquella escuela en la que el staff profesional
operaba de manera conjunta sobre la base de las cinco dimensiones: el liderazgo
compartido y de apoyo, la visión y los valores compartidos, el aprendizaje
colectivo y su aplicación, las condiciones de apoyo, y la práctica personal
compartida. Cfr. (Krichesky, 2013)
En 1996, Jean
Lave y en 1998, Etienne Wenger; ofrecieron una Teoría Social del Aprendizaje,
basada en tres procesos: aprendizaje, significado e identidad. Las autoras
expresaron que los tres procesos ocurren de manera simultánea: el aprendizaje
se concibe como resultado de la participación social al interior de una
comunidad, a través de la cual los individuos construyen su propia identidad.
Es un “aprendizaje en contexto” en el cual el aprender adopta un matiz social y
colectivo, y se desarrolla mediante la participación social, se aprenden a
partir de la práctica a través de la construcción de significado, en torno a
una comunidad participando y estando con otros, habilitando así la reconstrucción
de la propia identidad. El aprendizaje profesional está enraizado en la
necesidad humana de pertenecer y hacer una contribución a una comunidad, en la
cual experiencia y conocimiento funcionan como una propiedad de la misma. Cfr.
(Krichesky, 2013)
En el 2000,
Santos Guerra señala la rutinización de las prácticas docentes, la
descoordinación de los profesionales, la burocratización de los cambios
exigidos “desde arriba”, la dirección gerencialista, la centralización
excesiva, la desmotivación del profesorado y la acción sindical meramente
reivindicativa. En contraste, resulta imperativo reforzar aquellas condiciones
que sí alientan al aprendizaje del profesorado en su lugar de trabajo. Cfr.
(Krichesky, 2013)
En el 2000, en
el libro los centros educativos como organizaciones que aprenden se anunciaba que transformar a los centros
educativos en “organizaciones inteligentes” no era un proceso lineal y de fácil
aplicación, sino que en realidad el principal aporte de este modelo consiste en
brindar ciertas ideas o supuestos que sirvieran para explicar cómo pueden
aprender las escuelas, explicando a su vez porqué, muchas veces, no lo hacen.
Cfr. (Bolívar, 2000)
Entre 2002 y
2004, en el Reino Unido, se desarrolló por el Departamento de Educación, el
proyecto denominado “Creando y sosteniendo Comunidades Profesionales de
Aprendizaje Eficaces” (CPAE). Avalaron las cinco cualidades de los estudios
anteriores y aportaron otros tres elementos a la investigación, esenciales de
una CPAE: Una cultura de membrecía altamente inclusiva; redes, asociaciones y
apertura hacia el contexto; y la confianza mutua: respeto y apoyo entre sus
miembros. También agregan cuatro procesos operativos que permiten impulsar y
sostener el desarrollo de una CPAE: Un buen liderazgo y una buena gestión; la
optimización de recursos y estructuras escolares; la promoción del aprendizaje
profesional, tanto individual como colectivo; la difusión y promoción explícita
del desarrollo de la CPA. Cfr. (Krichesky, 2013)
En 2003, K.
Seashore, A. Anderson, E. Riedel; en su obra “Implementando artes para el logro
académico: el impacto de los modelos mentales, la comunidad profesional y la
formación de equipos interdisciplinarios”, reflexionan que al utilizar el
término comunidad de aprendizaje profesional, expresan interés no solo en actos
discretos de intercambio de maestros, pero en el establecimiento de una cultura
de toda la escuela que hace que la colaboración sea esperada, inclusiva,
genuina, continua y enfocada en lo crítico a examinar la práctica para mejorar
los resultados de los estudiantes.
En 2007,
Bolam, Stoll y Greenwood; publican “Comunidades de aprendizaje profesional:
divergencia, profundidad y dilemas”. Sobre aprendizaje profesional, nos
precisan la no existencia de una definición universal de comunidad de
aprendizaje profesional, pero parece haber un amplio consenso internacional que
sugiere un grupo de personas que comparten e interrogan críticamente su
práctica en un curso continuo, reflexivo, colaborativo, inclusivo, orientado al
aprendizaje, para promover el crecimiento. Estructuran su trabajo con cinco
interrogantes: ¿Qué es una comunidades de aprendizaje profesional?, ¿Qué hace
que las comunidades de aprendizaje profesional sean efectivas?, ¿Qué procesos
se utilizan para crear y desarrollar una comunidad profesional de aprendizaje?,
¿Qué otros factores ayudan o dificultan la creación y el desarrollo de comunidades
efectivas de aprendizaje profesional? Y ¿Son sostenibles las comunidades de
aprendizaje profesional efectivo?
Desde el 2013,
F. Javier Murillo y Gabriela J. Krichesky han publicado varios artículos sobre
el tema y hacen reflexiones de aspectos como la autocomplacencia: quien crea
que ya lo hace bien, que no necesita mejorar, está en el camino para hacerlo
mal y cada vez peor. Aprender sobre el proceso de cambio escolar implica
comprender su complejidad, conocer las etapas que lo componen y saber
anticiparse a las resistencias que genera. Iniciar un proceso de cambio escolar
que sea sostenible a lo largo del tiempo implica elementos o dimensiones las
cuales deben contemplarse para que resulte especialmente eficaz. Cfr. (Murillo
F. J., 2018)
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